sábado, 5 de septiembre de 2009

el gusto... un gran placer


En el arte de cocinar, están implicados los cinco sentidos. Es quizás el sentido del gusto el más íntimo de los cinco, siendo tradicionalmente considerado como poco adecuado para analizarlo con cierta seriedad: demasiado físico, muy particular y personal. No obstante, además de provocar placer físico, comer y beber son acciones que atesoran un valor simbólico y estético en la vida de cada individuo, e inspiran continuamente a escritores, artistas y nuevos aficionados a blogs, como yo.


No recuerdo bien donde leí que los grandes pensadores griegos clasificaron el gusto como un sentido inferior y meramente físico. Sin embargo, en las teorías estéticas modernas, encontramos conceptos de gusto estético con una percepción gustativa y visiones científicas sobre el funcionamiento real del gusto, que identifica múltiples componentes en las experiencias de este sentido. Para ser más clara, veamos los objetos del gusto: comida y bebida, observando los diferentes significados que han adoptado en la historia, arte, literatura... cultura en general, proponiendo un valor estético que reconoce un papel representativo y expresivo en la comida.

Sin ir más lejos, en el arte se incluyen obras que utilizan la comida en contextos profanos o sagrados, buscando reprimir el apetito o estimularlo, siendo esto sólo una parte de la variedad de lenguajes que ocupa la comida en las artes. En la literatura, podemos reunir narraciones de festines macabros e historias de afinidades que surgen en torno a una mesa.


El sentido del gusto, por lo tanto, es un aperitivo para todos aquellos que sientan curiosidad por conocer el verdadero significado de una experiencia tan universal como profundamente personal.

Es por esto, que surge la pregunta sobre si puedo, en mi caso, transmitirles algo tan personal como el gusto...


Bien sabemos que el número de sabores es infinito, pues cada cuerpo tiene el suyo, no pareciéndose en nada a otro. Con esto, queda planetado un problema de recepción, que adquiere un valor relativo, pero no menos sugerente. Es decir, cualquier sentencia dice mucho más de la propia persona que sobre la comida o trago que se juzga.


El gusto implica una teoría "filosófica", debido a que escapa a toda reducción y por lo tanto, a toda ciencia.


Y es así como vuelvo a hacerme otra pregunta... ¿si el gusto es tan personal y arbitrario, quien nos dice lo que es exquisito o no?... ¿en base a que autoridades se construyen estas bases delirantemente sabrosas o simplemente "atroces"?.

Miguel Brascó, cuando se dedicaba a la literatura y no a la crítica gastronómica, decía: “Ni siquiera somos hijos de las circunstancias, sino de las apariencias. Ahora, los conocedores abusan de juicios absolutos que tienden, por un lado, al reconocimiento y por otro, a la división entre las clases, pues la distinción concede valor a la exquisitez y al poder de apreciación”.


Este es un tema que, particularmente, aprendí de un gran amigo ( de esos que se encuentran en un millón ) y no de mi hermana que es chef ( irónico, no? ).

A veces basta con tener conciencia de los sabores y que es lo que te hace sonreir, para comprender sólo una parte de lo que trato de expresar. Creo que ni las recetas más exclusivas, programadas y detalladamente explicadas en libros de alta cocina, pueden satisfacer el goce íntimo que cada uno de nosotros puede sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario