jueves, 16 de septiembre de 2010

Ya, un recuento:


Tengo 25 años, es decir, he vivido 26 veranos, 26 otoños, 26 inviernos y 25 primaveras, por lo que a mis 8.895 días de vida (aproximadamente), sólo he podido dormir unas 67.200 horas siendo generosa en una cifra que, hoy por hoy, sería reducida drásticamente.

Quiero pensar que el arduo trabajo de pestañar (9.600 veces por día), es el causante de un dolor de cabeza que me ha dejado intranquila hace ya unos 9 días - 9 noches. Complicado es tener que darme cuenta del enorme gasto energético que provoco en mi organismo diariamente, siendo una buena terapia de relajación cerrar los ojos por un minuto y ahorrarme un ejercicio facial.

He notado hace 3 meses y 16 días, que los atardeceres se han vuelto sucios y opacos, salvandose sólo 12 tardes agradables de esos 107 amaneceres. También recuerdo que mis sueños, en un principio, fueron intranquilos y ligeros, logrando calmar los impulsos nerviosos después de una semana y media. Desde entonces, duermo en un estado casi profundo, despertando exclusivamente si algún 'Monster Inc' me molesta entre las 2:30 y 5:00 de la madrugada. Obviamente, evito darle mucha importancia y recurro a crear un castillo hecho de un plumón de plumas con una fortaleza de cubrecama de algodón. Admito que frío no paso, pero me falta idear un sistema de ventilación que me ayude a respirar mientras los 'otros' hacen de las suyas... y bueno, confieso que debo aguantar toda intención de baño para no sufrir un espanto indeseado y/o frío soberbio.

Además de todo lo dicho, agregar que los latidos de mi corazón aún conservan un ritmo de 118.080 por día y no una brutalidad cardiaca que puede dejarme con varios electrodos pegados a mi pecho para saber si continuo viva o no. Cuesta regular algo tan irrelevante para varios, pero significante para mi: poseo el corazón más dispuesto a entregar lo que es ser un humano y, a su vez, el más cobarde y sensible que hay. Es una extraña combinación de tejidos orgánicos con toques de magia que actúan acorde a la emoción más relevante que viva en su momento. Claramente, la mente es una cómplice ineludible e indiscutida de este pedazo ingrato de corazón.

En fin, creo que ya es hora de dormir. Necesitaba dedicarme un breve recuento antes de cerrar mis ojitos (ojazos)...

p.d: tengo sueño y nada de hambre, ¡qué dicha!.

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